El libro de HARGREVES, Andy y FINK, Dean. El liderazgo sostenible. Siete principios para el liderazgo sostenible en centros innovadores. Morata. Madrid. 2008 es una caja de sorpresas. Siempre tiene algún pasaje interesante que te lleva a la reflexión y te arma para la práctica organizativa.
Hace su crítica al sistema de las pruebas estandarizadas de diagnóstico, usadas hasta la saciedad en los países anglosajones y en nada comparable a las que tímidamente se introducen en los meridionales. Aquí por desgracia rara vez se evalúa algo y cuando se controla rápidamente denostamos el sistema; no quiero que se me malinterprete esta entrada y por ello asentaré algunos de mis principios básicos: me gusta medir, me gusta comparar y creo que es bueno poner frente con frente calibrando nuestras alturas. Sin embargo, no me gusta que me hagan medir y que no sirva para nada. Pongamos dos ejemplos: si no comparamos centros con todas las consecuencias, podemos caer en el error de considerar a todos los centros iguales y a todos los maestros también y hay colegios donde la especial dedicación a una población especial habría de estar ampliamente reconocida. Se debería pagar más por ir a coles donde nadie quiere y donde un equipo con ganas y estimulado podría mejorar los aprendizajes y no solo dar la vuelta a los tests. Se debería reconocer el especial desempeño de aquellos que ¡ah! cuando se les mide resulta que sólo tienen un par de ausencias en un curso, cuyos alumnos y alumnas valoran positivamente su quehacer diario, su entrega y corazón, aquellos y aquellas que las familias aplauden y acompañan su aventura de incertidumbres y enseñanzas. No estoy diciendo que nos volvamos locos haciendo pruebas, hay muchas formas de cazar los datos, más de las que nos imaginamos. Las TIC de nuevo aquí puede servirnos para manejarnos entre los mismos.
Por otro lado, creo que las pruebas estandarizadas puede ayudar a mejorar algunos aspectos del rendimiento escolar, pero no son suficientes si no se combinan con compromisos, estímulos reales y responsabilidad distribuida clara. En cualquier caso, primero son los aprendizajes y siempre después las mismas. No tiene ningún sentido invertir los términos ni los valores. Es más se puede observar una tendencia acentuada en sentido contrario en aquellos países en los que han proliferado las pruebas estandarizadas.
A continuación para avivar una cierta polémica, que por otro lado, entre el magisterio no necesita de mucho oxígeno para que arda; aporto dos párrafos literales del libro citado más arriba. Uno de los libros más recomendables para las direcciones escolares y el liderazgo distribuido que he leído en los últimos tiempos. Una reseña más precisa del libro la encontraréis aquí
“Los objetivos de logros ambiciosos y a corto plazo de tres o menos años son, para la mayoría de las personas, inherentemente inalcanzables. Estas exigencias hacen caso omiso de todo lo que se sabe y se recoge en la bibliografía sobre el cambio. Un aprendizaje mejor exige una enseñanza mejor. Aprender a enseñar mejor no es algo rápido ni fácil. Nuestro propio estudio ha demostrado que hasta los mejores profesores necesitan tiempo para asumir las nuevas exigencias de la reforma; para comprender lo que estas exigencias significan e interpretar sus implicaciones para la propia práctica; para ver ejemplos de éxito de otras personas que apliquen la reforma; para aprender de tutores y formadores que les puedan ayudar a desarrollar las nuevas prácticas por sí mismos; para practicar los cambios una y otra vez, hasta que se familiaricen con ellos; y para poder evaluar y controlar los efectos sobre el aprendizaje.
“La única forma de darles la vuelta a los resultados en menos tiempo del que se necesita para seguir todo ese proceso, es falsificarlos. Establecer un fin para el arte de enseñar, y convertir esta profesión en el juego de colorear según el número de cada parte de la imagen”
- Entrenar y preparar a los alumnos para la realización de los tests.
- Enseñar únicamente lo que sale en estos.
- Abandonar todo aquello que no aparezca en los exámenes.
- Iniciar los tests mal, para que las calificaciones del primer año sean artificialmente bajas, y en los años sucesivos parezca que se va mejorando.
- Dedicar todos los esfuerzos a tutelar a los alumnos que se encuentran por debajo del aprobado.
- Soplar o insinuar las respuestas.
- Hacer que los niños repitan en voz alta las respuestas correctas, mucho antes incluso de que vean las preguntas.
- Arreglárselas para que los peores alumnos no se presenten.
- Sacudirse aquellos que vayan a empeorar las medias.
- Cambiar a los que se vayan a examinar, amañar los libros, exagerar, engañar, mentir.
- Y si no nos cuadran los números, dediquémonos a otra cosa antes de que éstos nos pongan evidencia.
“Estas son algunas de la formas en que los educadores aprenden a alcanzar las metas de otras personas en sistemas de poca confianza que transpiran un tufo a miedo”